El término “Basta” como intersección se usa para dar por terminado un asunto. Este fue el término que Dios usó para Acab, rey de Israel ante su loca necedad y mal proceder. Cuando el profeta Elías se presentó ante él para llevarle el mensaje condenatorio de Dios.
Nosotros y toda la humanidad debemos reconocer que Dios como Señor es bueno, misericordioso, compasivo y paciente, hasta que, cuando no hay arrepentimiento aplica su justicia, diciendo: ¡ya basta! La compasión fluye de su bondad y de su bondad la justicia. Dios nos perdona cuando acudimos a Él arrepentidos de nuestro mal proceder, pero su justicia no pasa por alto sus principios, sus leyes, el transgresor tiene que pagar. Cuando se arrepiente es perdonado pero sus pecados traen consecuencias y estas no son quitadas. Por lo tanto debemos comprender que la aplicación de su justicia es asunto de tiempo. Hay muchas personas que expresan que Dios es demasiado bueno para castigar nuestros pecados, aberraciones y desvaríos, pero continúan practicando sus pecados y haciendo el mal al prójimo sin temor alguno.
El rey Salomón declara: “El que es reacio a las reprensiones será destruido de repente y sin remedio” (Proverbios 29:1). Dios comprende nuestra naturaleza humana, sabe de nuestra imperfección y siempre está accesible a otorgar el perdón, a restablecer la relación con el pecador arrepentido.
En Cristo tenemos esa oportunidad porque fue quien llevó sobre sí mismo nuestros pecados con su muerte en la cruz, al recibirlo en nuestro ser como nuestro Salvador y Señor; todos nuestros pecados son perdonados y en Él se nos da la garantía del perdón de todo pecado en el presente o en el futuro que cometamos, con la condición de reconocerlos y nos arrepintamos.
Consideremos y recordemos estos dos asuntos:
(1) La paciencia de Dios tiene un límite, nadie sabe hasta dónde llega su paciencia (Eclesiastés 8:11). Dios no se olvida de nada, ni de nadie.
(2) Dios cumple su palabra, nadie la puede detener. Él juzga y determina el castigo. La única esperanza que tiene el ser humano es, regresar a Él como lo hizo el hijo pródigo, el cual alcanzó la benevolencia de su padre, fue perdonado y restaurado a su calidad de hijo. Hagamos lo mismo oportunamente, para no oír de Dios: ¡Ya Basta!
Lee 1 Reyes 21:1-29