Elizabeth Kubler Ross escribió un libro en el año 2018 con el título: “Vivir Hasta Despedirnos”. Todos hemos experimentado en algún día, despedirnos de seres amados cuando tenemos que dejar de vivir en la ciudad donde por algún tiempo hemos vivido. También nos hemos despedidos de familiares y amigos cuando tenemos que regresar de un viaje que nos llevó a la ciudad donde ellos viven. Cuando un ser querido está a punto de morir, se despide de sus seres amados y esto altera las emociones de todos, tratan de animarlo y negar que no es el tiempo de despedirse, lamentablemente aquella persona fallece y su despedida tuvo su razón de ser. Despedimos su cuerpo en una funeraria o en el cementerio y es muy dolorosa. La despedida, cualquiera que sea su naturaleza o su por qué es nostálgica, lastimosa, triste por breve que sea o prolongada, o para siempre.
Jesús de Nazaret se despidió de sus amigos antes de ser arrestado, sentenciado y morir crucificado. Les dijo a sus discípulos, a sus amados amigos:
“Ahora vuelvo al que me envió, pero ninguno de ustedes me pregunta: ¿A dónde vas? Al contrario, como les he dicho estas cosas, se han entristecido mucho. Pero les digo la verdad: les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendría a ustedes; en cambio, si me voy , se lo enviaré a ustedes (Juan 16:5-11). “Dentro de poco ya no me verán; pero un poco después volverán a verme . . . Ciertamente les aseguro que ustedes llorarán de dolor, mientras que la gente se alegrará. Se pondrán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría”. “Salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo de nuevo al mundo y vuelvo al Padre.” Ellos continuaron tristes, temerosos y acongojados (Juan 16:19-20, 29). Lo único que sabían era que perderían a Jesús, sin embargo él les dijo que en última instancia eso era lo mejor para ellos, porque cuando él se fuera vendría el Espíritu Santo, el que los consolaría.
Continúa…
Lee Juan 16:5-11