Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

Carta a los Romanos 8:1,2

Inicia el apóstol Pablo con una promesa maravillosa, “no hay condenación” para todo aquel hombre y mujer que han llegado a tener su experiencia con Cristo Jesús, de recibirlo como el Mesías prometido a Israel y para bendición a los gentiles los no judíos.

Fuimos perdonados por Dios en arrepentimiento sincero de nuestros pecados, regenerados por el Espíritu Santo, adoptados como hijos por medio de Cristo Jesús. Dejamos de vivir según las aberraciones de nuestra carne o persona y llegamos a depender del Espíritu Santo que habita dentro de nosotros como sello de propiedad de Dios, y frecuentemente somos llenos de El para vivir cada día en plenitud y victoriosamente. Ya no estamos bajo la ley del pecado porque creemos que Jesús lo venció por nosotros en la cruz del Calvario. Tampoco estamos bajo la ley de la muerte porque también Cristo por el poder del Espíritu de Dios la derrotó con su resurrección.

Cristo nos ha dado vida nueva y vida en abundancia (Evangelio de Juan 10:10). Por lo tanto, esta nueva vida en Cristo, da la seguridad a todos sus seguidores que no serán juzgados sino que son herederos de la vida eterna y coherederos con Cristo en los cielos. Ya no debemos vivir bajo la voluntad y dirección de nuestro yo carnal sino depender del Espíritu Santo nuestra guía, quien nos ayuda en los momentos de tentación y en situaciones adversas también nos consuela. Vivamos en el Espíritu.

Lee Romanos 8:1-5