A este Cristo proclamamos, aconsejando y enseñando con toda sabiduría a todos los seres humanos, para presentarlos a todos perfectos en él. Con este fin trabajo y lucho fortalecido por el poder de Cristo que obra en mí.

Carta a los Colosenses 1:28-29

La vocación, es un llamado o inspiración que una persona siente procedente de Dios para llevar una forma de vida, de servicio especialmente religioso. En lo secular la vocación, Dios puede usar las habilidades innatas de una persona, características personales o características propias de la familia y de la formación.

El apóstol Pablo al escribir esta carta declara a los receptores su trabajo en favor de ellos como Iglesia y de otras comunidades de cristianos que formaban la Iglesia Universal como cuerpo de Cristo. Dice él: “De esta llegue a ser servidor según el plan que Dios me encomendó para ustedes: el dar cumplimiento a la palabra de Dios” (Vv. 25-26), admirable convicción del apóstol en cuanto a la realización de su vocación, la cual era muy meritoria, porque si jactancia alguna el expresó que había trabajado en favor de Cristo más que cualquier otro apóstol o discípulos del Maestro. El proclamaba, es decir predicaba a pequeños o grandes grupos de personas, para que escucharan el mensaje de la muerte y resurrección de Jesús, algunos creían, otros lo insultaban y otros más lo perseguían para golpearlo o matarlo. Gran sufrimiento experimentó el apóstol Pablo y sus amigos que lo acompañaban. Aconsejaba a los nuevos conversos, les enseñaba con toda sabiduría para presentarlos perfectos ante Dios y ante Cristo. La enseñanza para nosotros es que debemos compartir el mensaje del amor de Dios y la obra de Jesucristo a otros, familiares, amigos, conocidos y aún a gente desconocida, porque todos merecen la oportunidad de conocer la verdad del Evangelio.

Lee Colosenses 1:24-29