“…¿Por qué no perecí al momento de nacer? ¿por qué no morí cuando salí del vientre? ¿Por qué hubo rodillas que me recibieran, y pechos que me amamantaran? Ahora estaría yo descansando en paz; estaría durmiendo tranquilo.”

Job 3:11-13

La prueba lo experimenta el recién nacido, el niño, el muchacho, el joven, el adulto, el anciano. Lo mismo el pobre que el rico, de la raza que sea y de la religión que tenga. Porque aún como cristianos nos ha llegado la prueba.

Hay pruebas tan difíciles que llevan a la locura a algunas personas, o a la muerte. Hay pruebas temporales, a mediano plazo y otras a largo plazo. Todas son difíciles de sobrellevar.

El diccionario bíblico dice que la prueba “alude a las dificultades de la vida que hacen posible probar o examinar ante Dios, ante la comunidad y ante uno mismo la profundidad de la propia fe y la realidad de la propia vida cristiana”.

Cuando uno lee la historia de Job se queda uno sorprendido de la prontitud con que le llegó las calamidades, una tras otra, no solo sus negocios, su casa, sus pérdidas de todo, sino lo lamentable fue la muerte de sus diez hijos. ¿Quién puede resistir tanta desgracia azotando contra la vida de un hombre y su familia? Una terrible prueba en la que Dios confiaba en su siervo y creyente Job de que no perdería su integridad, aunque su esposa le reprochó: “¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete!”, Job le respondió — Mujer, hablas como una necia. Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos también recibir lo malo? — A pesar de todo esto, Job no pecó ni de palabra.

¿Cómo reaccionas ante las pruebas? Porque tú, como yo las hemos experimentado. Nos duelen, nos preocupan, nos producen angustia y llegamos a desesperar como frágiles seres humanos. Lo importante es que Dios no nos abandona, de Él viene la ayuda y salimos victoriosos. Cuando es una enfermedad, su Espíritu nos consuela y hemos llegado a sanar por el poder de Jesucristo al depositar nuestra confianza en Él. Seguramente como Job no has pecado contra Dios, eso habla de madurez espiritual. Recuerda, Él está presente.

Lee Job 2:1-10