Relatos tristes de niños, adolescentes, jóvenes y esposos. Cuando uno de los padres abandona el hogar, hay confusión en los hijos porque son afectados, también uno de los padres es afectado en sus emociones, es una separación inadecuada, en un mal momento porque todo es afectado. A menos que la persona separada, arrepentida regrese al hogar, es poco probable. 

En nuestra relación con Cristo como nuestro Salvador y Señor, se presenta la tentación de abandonar la relación y algunos seguidores han caído en la trampa. En el libro de Apocalipsis, Cristo reprocha a un grupo de sus seguidores los cuales formaban la iglesia que se encontraba en la ciudad de Efeso, diciéndoles: . . . “Has dejado tu primer amor. Recuerda de donde has caído y arrepiéntete. . . “ (Apocalipsis 2:4-5). Los cristianos que han roto su relación con el Señor Jesús y han regresado a su vida pasada en el mundo, muchos de ellos no se arrepienten, lo cual es muy lamentable, porque dice la carta a los Hebreos: “Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados, y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y así mismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio” (6:4-6). Ya no hay nada que hacer por ellos, se les considera apóstatas. Unos aparentaron ser convertidos a Cristo por el Espíritu Santo, cuando se les invitó a aceptar el evangelio, fue por alguna conveniencia, o no comprendieron el mensaje de salvación pero disfrutaron de las bendiciones que la iglesia les ofreció. Cualquiera que sea la razón, continúan bajo la condenación.

Juan 3:17-18 dice: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo, para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree no es condenado; pero el que no cree ya ha sido condenado porque no ha creído en el unigénito Hijo de Dios.” ¡Cuidado con una separación inadecuada! No hay vuelta atrás. “Sé fiel hasta la muerte”, dice Cristo Jesús, “y yo te daré la corona de la vida.” (Apocalipsis 2:10).

Lee Apocalipsis 2:1-7