“Al sabio de corazón se le llama inteligente; los labios convincentes promueven el saber.”
Proverbios 16:21
La persona sabia está presto para oír lo que dicen otros, pero no se apresura a opinar o hablar. Piensa con cordura, porque es de necios y vergonzoso hablar sin tener la información o la verdad completa, porque a veces es una difamación o mentira o medias verdades el asunto, es ser inteligente solamente oír, sin dar ninguna opinión al respecto aunque me la pidan.
¿Cómo se reconoce la prudencia de la persona sabia? Es una persona humilde, no me refiero a pobreza material, sino a la humildad como una virtud, no hay altivez o soberbia, sabe conducirse con mesura, con tacto, sin altivez. Su humildad no es debilidad, no es una persona cohibida o con complejos de inferioridad. La persona humilde reconoce su dependencia en Dios, no busca dominar a sus semejantes, sino los valora como seres humanos imperfectos y en sus capacidades para actuar. La persona humilde es agradecida con Dios y con su prójimo, sean de la familia, parientes, amigos, compañeros de estudio o de trabajo. La persona sabia es ejemplo de prudencia porque desea aprender de otros lo que no sabe (1 Corintios 11:2). Eso es de inteligentes porque no sabemos todos los asuntos o todas las ciencias del saber, por eso debemos ser prudentes, la única forma de aprender.
La persona sabia toma pasos de acción, no se queda con los brazos cruzados, tiene que actuar en la solución de los problemas personales, familiares o de otros a quienes deseamos servirles. La persona sabia no es conformista, sino es una persona de acción. A la persona sabia se le busca, al necio se le huye.