Juan uno de los apóstoles de Jesús el Mesías dio testimonio de Él, diciendo: “Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios.” 

Fue un absurdo y una intolerable actitud la que los judíos tomaron respecto a Jesús de Nazaret, no lo aceptaron como el Mesías descendiente de David como señalaban sus profetas de la antigüedad, porque no se ajustaba a sus expectativas. Fue solamente un grupo selecto. Cuando Él ascendió al cielo de regreso a su reino lo despidieron 500 personas, la mayoría eran judíos y los demás gentiles. Todos ellos experimentaron transformación de su vida, el resultado fue seguridad, paz espiritual, gozo perfecto, fe en Él, en su evangelio, en su resurrección, en la promesa de tener vida eterna, y en ser reconocidos como hijos de Dios.

La promesa de Cristo es para todo hombre y mujer, de toda raza, lugar en el mundo y en todo tiempo. ¿Qué es lo que pide para que se cumplan todas estas bendiciones señaladas en la vida del ser humano? ARREPENTIMIENTO para con Dios, para recibir el perdón de los pecados. CREER en la obra de Jesucristo y en su muerte en la cruz por los pecados de todo hombre y mujer para que pudieran ser perdonados, librados de la condenación eterna y tuvieran una vida nueva.

El tercer elemento es; RECIBIRLO como Salvador y Señor en tu vida. Él vivirá en ti y tendrá intima comunión contigo. Es necesaria y urgente que tomes esta decisión, la vida es breve, no esperes hasta el último momento, es un riesgo, sé oportuno, Él está esperando.

Lee Juan 1:11-13