Hablar de la familia en estos tiempos modernos es un tanto cuanto difícil, porque el hogar esta siendo vapuleado por la irresponsabilidad de quienes lo forman, puede ser el padre o la madre o alguno de los hijos. La palabra antigua de los escritores decían: “esta gente hace lo que quiere, contumaces de corazón” El Profeta Ezequiel expresa: “qué piensan ustedes de aquel dicho que usan, que dice > los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera”.< “Vivo yo, dice el Señor…He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare esa morirá.”

Los que amamos a la familia y nos importa su bienestar nos entristece la situación que está afectando al hogar, Dios no puede dejar impune el mal o los que lo ejecutan y promueven. Cada día hay divorcios o separaciones temporales, no solo en la gente que no tiene temor de Dios, sino en familias que forman las iglesias locales o el pueblo de Dios.

El propósito del Señor desde el principio, es que la familia fuera feliz, próspera, unida y viviendo en armonía por el bien común de los que la forman. Esto es un desafío para cada uno de nosotros, reflexionemos, analicemos y hagamos los ajustes necesarios para alegrar el corazón de Dios el creador y sustentador de la familia. Esforcémonos en este desafío y tengamos la satisfacción  de vivir en un hogar en donde la presencia de Cristo este  presente, para que se perpetúe el  nombre de Dios. Un hogar cristiano para cada hijo, démosles esa satisfacción de unidad y armonía.

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