Samuel es el primer profeta del pueblo de Israel al ejercer esta vocación, aunque al patriarca Abraham se le llamó primeramente profeta. Samuel fue un caudillo, militar, líder, profeta y el último juez del pueblo de Israel. Uno puede recordar como su madre Ana, la cual era estéril; ella se postraba en oración y ruego, pidiendo muchas veces a Dios que le concediera un hijo y que si se lo daba, este hijo sería para Él, lo entregaría al templo para que le sirviera. Y Dios respondió al ruego de Ana, ella concibió y dio a luz un hijo, al cual le puso por nombre Samuel, “Aquel que escucha a Dios”. Cuando la madre dejó de amamantar al niño, lo entregó en el templo, al sacerdote Eli, cumpliendo así su promesa al Señor. Dios hablaba con el niño Samuel y le compartía de sus planes, éste Samuel fue desarrollando el ministerio profético en favor de su pueblo, también era un justo juez, cuando el ejército de la nación salía a combatir al enemigo él era el lider, ofició también en algunas ocasiones como sacerdote al realizar sacrificios, pero su principal tarea era profetizar, aconsejar al pueblo, a los líderes y después que Saul fue nombrado rey, Samuel lo aconsejaba. La trayectoria de este noble hombre es admirable.
Nuestra vocación viene de Dios porque Él quiere que se cumplan sus propósitos y su voluntad en todo. Antes que tú y yo naciéramos, el Señor ya había planeado nuestra vida, fue por su voluntad que nacimos físicamente usando a nuestros padres, Él puso un propósito en nuestro ser y nos dio vocación para cumplirlo. Lamentablemente muchos no lo saben y otros toman su propia decisión sin estar en sintonía con el propósito de Dios, Él da libertad al hombre y a la mujer para decidir qué hacer con su vida. Lo maravilloso de los hombres como Samuel o como su madre Ana o posiblemente como tú y como yo, es hacer la voluntad de Dios y servirles con nuestra vocación y realizar el ministerio dentro del reino de Dios. Dios se agradó de Samuel y considero que se puede agradar también de ti.