“Hagamos un examen de conciencia y volvamos al camino del Señor. Elevemos al Dios de los cielos nuestro corazón y nuestras manos. Hemos pecado, hemos sido rebeldes, y tú no has querido perdonarnos.”

Libro de Lamentaciones 3:40-42

La situación moral y espiritual del pueblo de Israel era muy decadente, ruin y desalentador en tiempo del ministerio profético de Jeremías, él es el autor de este libro de lamentaciones. Son quejas sobre el juicio divino, cantos fúnebres anticipados por la desgracia que les vendrá como castigo. Los lamentos son expresiones de suspiro de dolor. La gente se decían unos a los otros “hagamos un examen de conciencia y volvamos a Dios”, otros decían para qué, Dios no quiere perdonarnos.

Hacer un examen de conciencia es radical porque es muy personal. Es la necesidad de traer a la memoria los pecados que  hemos cometido, es presentarse ante Dios arrepentidos, confesar con sinceridad las cosas malas que hicimos, declarar todo con el propósito de cambiar o de enmendarnos. Nuestros pecados son fruto de malas y equivocadas decisiones, fuimos tan débiles sucumbiendo ante la tentación porque no dependimos del Espíritu Santo quien puede ayudarnos a soportarlas. Arrepentirse es un cambio espiritual, un cambio de nuestra mente y voluntad. Produce en nosotros pesar, malestar, tristeza en nuestro proceder; reconociendo que hemos pecado contra otros y hemos ofendido a nuestro buen Dios, quien siempre nos ha amado y ha procurado nuestro bienestar.

Nuestro Dios y Padre está dispuesto a oír nuestra confesión sincera de arrepentimiento, perdonarnos en base a su gran amor  y misericordia y por su Hijo Cristo Jesús quien pagó con su muerte todos los pecados cometidos. Hagamos un examen de conciencia antes que sea demasiado tarde, porque juicio y castigo llegará.

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