Podemos dejar de tener un alma sana, cuando perdemos la capacidad de pensar lo correcto, lo adecuado. También cuando perdemos la capacidad de sentir adecuadamente, cuando nuestras emociones están desordenadas o nuestros sentimientos. También podemos dejar de tener un alma sana cuando perdemos la voluntad de decidir en forma acertada y sabia. La  Biblia nos recomienda a guardar el alma, a cuidarla y jamás menospreciarla. Pero a veces le ponemos un candado al alma, dejamos de amar, menospreciamos a los demás, se anida el rencor dentro de nosotros y el odio. Somos voluntariosos, no deseamos obedecer a nadie, eso incluye también a Dios. Nuestra forma de pensar se cierra, bien recomendó el apóstol Pablo a sus lectores: “Por lo demás , hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Filipenses 4:8) (Romanos 12:2).

Debemos esforzarnos en continuar desarrollando favorablemente el intelecto, las emociones y la voluntad. Dios está dispuesto y lo ha hecho el restaurar el alma de toda persona que ha sido afectado por otros, lo único que El pide es que quites el candado o pedirle que Él lo quite y ten la seguridad que lo hará, Él desea que su Espíritu entre en tu ser, porque Él ayuda, fortalece, reanima, nos devuelve la alegría en la vida, el gozo de Cristo, nos ayuda a perdonar y a perdonarnos, así como mejora nuestro intelecto o mejora nuestra forma de pensar, nos motiva a que nuestra voluntad esté sujeta al Padre, a Cristo Jesús y a Él que estará en nosotros hasta el día que ascendamos al cielo.

Lee Romanos 12:1-2