Hoy te doy a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. Hoy te ordeno que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, preceptos y leyes. Así vivirás y te multiplicarás, y el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra de la que vas a tomar posesión.
Deuteronomio 30:15-16
El Libro de Deuteronomio es excelente. Dios reveló al líder Moisés todo su contenido, donde aparecen leyes, preceptos, estatutos y principios para que su pueblo pudiera vivir bien y ser próspero en todo. Todo ello, ofrecido al pueblo que se encontraba frente a la tierra de Canaan, la tierra de la promesa, ahora tierra de Israel.
El pueblo o la nación tenían que obedecer todo lo que Dios ordenaba para que se cumpliera la promesa del Señor en cuanto a su bienestar y protección ante sus enemigos. Algunas veces obedecieron y recibían las bendiciones prometidas; en otras veces no lo hacían, cuando esto sucedió recibieron el castigo de Dios una y otra vez. Cuando se arrepentían de su mal proceder el Señor los perdonaba y les volvía a restituir la bendición. Dios siempre se complació en bendecirlos por su obediencia sus leyes.
Estos mismos principios y mandamientos son aplicables a nosotros los seguidores y creyentes en Jesucristo, es asunto de obediencia, estas leyes continúan vigentes, no somos salvos espiritualmente por el cumplimiento de la Ley, sino por la gracia de Dios en Cristo, pero si cumplimos sus leyes y sus ordenanzas, disfrutamos de sus promesas, las cuales son maravillosas porque recibimos los beneficios en nuestra vida familiar, en el trabajo, en lo económico y en la salud física. ¿De quién depende, de Dios o de nosotros?, cien por ciento depende de nosotros que creamos en sus promesas, que elijamos el bien, que andemos en sus caminos, que hagamos su voluntad y obedeciendo todos sus mandamientos y principios.
Dejemos de vivir con lo indispensable y vivamos con lo necesario, aún más, en la abundancia. Disfrutemos de la vida que es el anhelo de nuestro Padre Dios.
