“La bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del Señor habitaré para siempre.”

Salmo 23:6

El salmo 23 del Rey David es su testimonio de su relación con Dios que tenía desde el pasado cuando aún era joven, nunca se descuidó de esta amistad, comunión y dependencia de Dios como su Señor (Adonay). Tenía la certeza de que la bondad de Dios nunca lo había abandonado, aprendió a depender del Señor en toda circunstancia, aún como gobernante de una nación difícil de gobernar.

La bondad de Dios es su benevolencia, es su atributo de que siempre es bueno con sus criaturas y con sus hijos, cuando estos son desobedientes, indiferentes y malvados Él los reprende, los castiga y cuando se arrepienten de sus hechos y actitudes negativas los perdona. El amor de Dios, dice David, que lo seguirán todos los días de su vida aquí en la tierra hasta que llegue a la casa del Señor, para vivir por largo tiempo, la paternidad y la amistad de Dios continuará para David por ese sublime amor.

La bondad y el amor de Dios es también para nosotros, tenemos que creer y reconocer que en su Hijo Cristo Jesús lo demostró para ser adoptados como hijos. “Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios”(Evangelio de Juan 3:13). Jesús de Nazaret el Mesías dijo de  manera enfática: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie llega al Padre sino por mí” (Evangelio de Juan 14:6).

Como David, tengamos la convicción de que un día en el futuro dejaremos esta tierra e iremos a vivir con Dios a Su casa la cual será nuestra casa. Recibe a Cristo como tu Señor y Salvador y tendrás esta seguridad y si ya lo recibiste, sé fiel hasta la muerte que “él te dará la corona de la vida”.

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