Cuando Jesús bajó de la ladera de la montaña, lo siguieron grandes multitudes. Un hombre que tenía lepra se le acercó y se arrodilló delante de él. —Señor, si quieres, puedes limpiarme —le dijo. Jesús extendió la mano y tocó al hombre. —Si quiero —le dijo— ¡Queda limpio! Y al instante quedó sano de la lepra.
Evangelio de Mateo 8:1-3
Hay numerosas enfermedades desde tiempos antiguos hasta nuestros tiempos, a pesar de nuestra modernidad y adelantos en la ciencia médica, aún continúa el azote de males incurables. Otras enfermedades que en el pasado fueron una plaga fueron superadas por los descubrimientos médicos y la producción de medicinas que trajeron la cura de esas enfermedades, prolongando la vida de los seres humanos afectados.
En el tiempo de Jesús de Nazaret, había enfermedades que no tenían cura, como la enfermedad de la lepra, la cual era una enfermedad maligna, repugnante porque la piel del cuerpo del enfermo se desprendía, olía mal, era dolorosa, se aislaba al enfermo de la familia y vivía en lugares apartados fuera de las ciudades o aldeas. En la historia que nos relata el apóstol Mateo, también lo hace el escritor Lucas, de un hombre leproso que decidió buscar a Jesús antes que una multitud de enfermos, tenia la esperanza de ser sanado milagrosamente. Es interesante la forma como lo pidió a Jesús, al estar en frente de él se puso de rodillas: —Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús sin estar sorprendido de la petición, observó al leproso, con toda seguridad vio que tenía esperanza de que él lo sanaría. —Jesús lo tocó y le dijo —Si quiero —le dijo—¡Queda limpio! Al instante el hombre quedó limpio de la lepra, su cuerpo estaba sano.
Debemos considerar que, cuando estemos enfermos, lo primero que debes hacer es acudir a Cristo Jesús, hacer la petición de que nos sane, él puede sanarnos en forma instantánea o en el tiempo que él lo considere o darnos sabiduría para acudir a un médico a quien en el podrá usar para que alcancemos la sanación o sanidad del mal que tengamos. Debemos acudir con esperanza y fe, Dios tiene compasión de los que sufren.
Lee Mateo 8:1-4