Pero otra parte cayó en buen terreno; así que brotó y produjo una cosecha del ciento por uno.

Lucas 8:8

Jesús continuó narrando la parábola del Sembrador, posteriormente la explicó a sus discípulos los cuales no comprendían el significado. Jesús les dice que las semillas: “que cayeron en buen terreno son los que oyen la palabra con corazón noble y bueno, y la retienen; y como perseveran, producen una buena cosecha” (8:15).

Esta aplicación de Jesús es muy esperanzadora, porque él confiaba en sus discípulos que serían fieles a él y a la extensión del reino de Dios en las vidas de muchos judíos y llevarían el evangelio a otras naciones en el mundo.

Después de su resurrección y antes de ascender a los cielos, se despidió de ellos y les confió, y a todos sus seguidores de todas las épocas hasta este siglo XXI, la Gran Comisión de ir por el mundo haciendo discípulos, bautizándolos y enseñándoles a practicar todo lo que él enseñó (Mateo 28:18-20).

La buena tierra que es la vida de las personas, son buenas receptoras de la enseñanza de Jesús, reciben con plena convicción que solamente en Cristo hay salvación y perdón de pecados. Lo reciben en su vida  como su Salvador y Señor y obedecen sus enseñanzas, las ponen en práctica y son de testimonio a otros compartiendo la salvación del alma y una nueva vida en Jesucristo. Se mantienen firmes en la fe, crecen en ella, viven de tal manera en la victoria de su Señor, no se intimidan ante las asechanzas del diablo y evitan los halagos y tentaciones del enemigo para no desviarse del camino de Dios. Siempre son fieles y glorifican al Señor con su testimonio de vida cristiana. Eso debemos ser todos los seguidores o discípulos de Jesucristo. Un día recibiremos la corona de vida y viviremos con Él en el cielo cuando dejemos este mundo.

Lee Lucas 8:15, Mateo 28:18-20