Todos tenemos un origen en común en Adán. Es la sangre de Adán la que corre por las venas de todo ser humano, hay una sola raza, la raza humana y sufre de sangre envenenada. Esa sangre lleva la sentencia de muerte debido al pecado de Adán, este potente veneno ha sido transmitido de generación en generación desde el principio. Observa la historia humana y lo comprobarás.

Jesucristo habló sobre la sangre y también derramó su sangre, el escritor a la Carta a los Hebreos 13:12 dice: “De igual manera Jesús sufrió y murió fuera de las puertas de la ciudad, para hacer santo a su pueblo por medio de su sangre.”

El apóstol Pedro predicó sobre la sangre, lo mismo el apóstol Pablo escribió sobre la sangre de Jesús. El autor a los Hebreos escribió  “De hecho según la ley de Moisés, casi todo se purifica con sangre, porque sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados” (9:22).   “Imagínense, cuánto más la sangre de Cristo nos purificará la conciencia de acciones pecaminosas.” (9:14). “Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador para que en él recibiéramos la justicia de Dios” (2 Corintios 5:21).

Un siquiatra fue entrevistado y le preguntaron: Doctor ¿por qué hay tantos suicidios?, él respondió: “la gente hará casi cualquier cosa para librarse de su culpabilidad” No hay por qué tomar medidas extremas, ya Jesucristo resolvió eso:  “Pues todo el que invoque el nombre del Señor será salvo.” (Carta a los Romanos 10:13). Es decir, para tener una nueva vida espiritual, se tiene que estar dispuesto a invitar a Cristo a tu vida y él lo hará.

Lee Hebreos 9:11-28