“Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron”…

Pablo a los Romanos 5:12

Adán el primer hombre, creado perfecto en todo, creado a la imagen y semejanza de Dios, con todas las posibilidades para obedecer a Dios, vivir eternamente, ser feliz para siempre, vivir cada día en comunión con su Creador, lamentablemente se dejó seducir por su mujer y ella seducida antes por el enemigo de Dios, Satán; cayendo ambos en desobediencia delante de Dios. Quien les había dado este mandato: “Puedes comer de todos los árboles del jardín. Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás.” (Libro de Génesis 2:17) 

Expulsados del jardín y de la comunión con Dios por su pecado, revelándose a su voluntad, por lo tanto, la consecuencia de ello llegaría a sus vidas, a la de sus hijos y a todas las generaciones subsiguientes, y a toda la humanidad. El Apóstol Pablo lo declara así: “Por medio de un sólo hombre el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron” (Romanos 5:12).

Dios ya había planeado el rescate de la humanidad caída, en el pecado y en la condenación. El Apóstol lo explica: “Pero la transgresión de Adán no puede compararse con la gracia de Dios. Pues si por la transgresión de un sólo hombre murieron todos, ¡cuánto más el don que vino por la gracia de un sólo hombre, Jesucristo, abundó para todos! (Romanos 5:15)

Gracias a Dios por su Hijo amado, por el regalo que nos ha dado en Él: La salvación de nuestra alma, el perdón de pecados, la vida abundante y la seguridad de la vida eterna. Lo que se había perdido nos fue de vuelto por la maravillosa muerte de Jesucristo que con ello pagó nuestro rescate. Ya no más temor a la muerte y a la condenación eterna. ¿Dónde está oh muerte tu victoria? Jesucristo la venció al resucitar de entre los muertos. Ten la seguridad de tu salvación eterna, da gracias a Dios por su regalo inefable. Y tú, si aún no tienes la salvación de tu alma y el perdón de tus pecados que solamente Dios puede otorgar, arrepiéntete, confiésalos a Dios y Él te perdonará, porque Cristo murió por tus pecados, recibe en tu vida a Jesucristo como tú Salvador y tendrás esa seguridad. Sigue a Cristo no a la religión. Vive en Cristo, sé un seguidor comprometido con Él.

Lee Romanos 5:12-17