Ahora hermanos, quiero recordarles el evangelio que les prediqué, el mismo que recibieron y el cual ahora se mantienen firmes. Mediante este evangelio son salvos, si se aferran a la palabra que les prediqué. De otro modo, habrán creído en vano. Porque ante todo les trasmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos han muerto. Luego se apareció a Jacobo, más tarde a todos los apóstoles, y por último, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí.

1 Corintios 15:1-8

¡Cristo ha resucitado! Era el mensaje que aquel primer día de la semana después de la crucifixión de Jesús el Cristo. Muchos anunciaron y otros escucharon testimonios de los que vieron el sepulcro vacío y escucharon la declaración: ¡Ha resucitado! El escepticismo, la admiración, la duda fueron las diferentes reacciones que tuvieron los primeros oyentes de esta gran noticia.

La obra de redención está consumada y la relación del hombre con Dios está completada. El Padre ha reunido todas las cosas bajo los pies de nuestro Señor Jesucristo, los enemigos el diablo y la muerte han sido derrotados, sobre lo cual podemos decir: “Más a Dios gracias que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Ahora el fundamento de nuestra fe está firme, la esperanza gloriosa está firme y el propósito de Dios en favor del hombre está cumplido.

¿Qué nos corresponde hacer? Estar firmes y constantes, lo que implica tener la certeza de la fe que hemos depositado en Cristo Jesús, creciendo en la obra del Señor siempre, no pasivos procurando el  cumplimiento de su misión de compartir su evangelio y salvación cada día de nuestra vida hasta reunirnos con él en el cielo. Finalmente, aceptar que nuestro trabajo para Cristo no es en vano, aguardando la recompensa cuando él vuelva por su pueblo redimido.

Lee 1 Corintios 15:1-11