Vivo En Ti. El Espíritu de Dios

El conocer al Espíritu de Dios, llamado Espíritu Santo es muy emotivo, lamentablemente muchos creyentes o seguidores de Cristo no lo conocen, aunque está dentro de ellos. Él es Santo como Dios es Santo, lo grandioso es que vive en ti y en mí.

SERIA BUENO COMPRENDER, que Dios al crear al hombre originalmente, tuvo por intención que el espíritu del hombre fuese su hogar y morada. Por lo tanto, el Espíritu Santo uniéndose con el espíritu humano al creer y recibir a Cristo como Señor y Salvador gobernaría el alma y el espíritu del hombre.
La espiritualidad es positiva, es una vida nueva y plena, no la vida antigua luchando para obtener dominio de sí misma. La virgen María lo entendió muy sabiamente cuando dice: “Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se ha regocijado en Dios mi Salvador” Lucas 1:46. El espíritu se ha regocijado, el alma engrandece (el alma es el asiento de nuestros pensamientos, voluntad y emociones y el espíritu es nuestro ser interior), así que, para la plenitud del gozo, el alma es esencial, él alma es el asiento de nuestras emociones. Cuando creó al hombre sopló en él aliento de vida y dice la Escritura que fue un alma viviente, es también, en la mentalidad judía, que el cuerpo, es también una manifestación de nuestras emociones. El Nuevo Testamento le llama el hombre exterior al alma. Y el espíritu el hombre interior. Nuestro espíritu ya fue regenerado, pero el alma, el hombre exterior y el cuerpo le cuesta al Espíritu Santo controlarlo por falta de colaboración, madurez del creyente y docilidad. Por qué ¿quién es santo, puro? solo el Espíritu Santo como lo es Dios y como lo fue Jesucristo y desea que también nosotros lo seamos. Debemos ser fuertes en el espíritu, para que el alma pueda ser conquistada, salvada y utilizada para su gozo más pleno. El Señor Jesús ha planeado que nosotros encontremos descanso para nuestras almas, y esto, dice El: -viene por el camino de su yugo: “lleven mi yugo, porque mi carga es ligera”, que es el símbolo de unión y servicio. Entonces apreciaremos cómo el alma encuentra su valor en servir, no en gobernar su propio ser.

Continúa…

Lee 1 Corintios 2:11-14