(Profeta) Samuel respondió: “¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros. La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría. Y como tú has rechazado la palabra del Señor, él te ha rechazado como rey.”

Primer libro del profeta Samuel 15:22-23

Dios es maravilloso, paciente y generoso. El desea bendecirnos cuando nosotros lo buscamos en oración y le presentamos nuestros anhelos, o necesidades, creyendo en la palabra de Cristo Jesús cuando él prometió: “Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré, así será glorificado el Padre en el Hijo” (Evangelio de Juan 14:13). “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá” (Evangelio de Mateo 7:7).  Esto nos desafía y nos estimula porque son muchos los que dicen: —que Dios no responde a nuestras peticiones, que no le importamos o que no nos bendice.

Dios como nuestro Padre, anhela obediencia de sus hijos y como un papá humano que nos castigaba y no respondía a nuestros requerimientos, Dios es aún más exigente para conveniencia nuestra, porque cuando Él disciplina o castiga duele, y duele mucho porque siendo perfectamente sabio sabe de antemano donde nos dolerá más su castigo.

El rey Saúl lo experimentó como consecuencia de sus varios desvaríos y desobediencia. El profeta Samuel fue muy explícito, le dijo que a Dios no le importaba más sus sacrificios u ofrendas, que él debería haber obedecido lo que Dios le había mandado hacer, quiso Saúl justificarse pero no le valió porque ante Dios no hay ninguna justificación respecto a la desobediencia.

Dios bendice y mucho, depende de nosotros. Seamos conscientes de obedecer a nuestro Dios y Padre y Él resolverá toda necesidad que tengamos. No nos cansemos de orar, con paciencia recibiremos la respuesta.

Lee 1 Samuel 15:17-23