Jesucristo, en su ministerio terrenal, enseñó a sus discípulos a orar, les dio un modelo de oración, que se conoce como “El Padre Nuestro”. Desde entonces creemos y consideramos esta relación filial espiritual con el todopoderoso Dios.

Nos disciplina cuando le desobedecemos, cuando cometemos pecados y aberraciones, pero está presto para perdonarnos y reestablecer su comunión con nosotros por medio de Cristo su Hijo, en arrepentimiento sincero. “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores”.

El seguidor de Cristo tiene que orar al Padre diciéndole: “Santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.

Nuestra lucha contínua es, no ofenderle, ni desobedecerle por eso Jesús de Nazaret nos ayuda a pedirle: “Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno.”  No nos olvidemos de pedírselo, nos ayudará dándonos una puerta de salida.

Lee Mateo 6:12-15