Dentro del Salterio el Salmo 3 es el primero que se registró, su autor es el Rey David, oración que escribió, por la experiencia que tuvo cuando huía de su hijo Absalón, quien deseaba asesinar a su padre, para quedarse como rey de Israel. David  no quería enfrentarlo con su ejército, porque no deseaba que su hijo muriera en una posible batalla, por eso huía, conocía las malas intenciones de  Absalón y de los hombres que lo apoyaban para derrocarlo.

Esta oración dirigida a Dios por la mañana, es la realidad de un hombre que sufre por el acoso de sus enemigos. Y es así como inicia su oración diciéndole al Señor su Dios: “Muchos son, Señor, mis enemigos; muchos son los que se me oponen, y muchos los que de mi aseguran; Dios no lo salvará.” En esta oración hay expresiones tan vívidas de su esperanza en el Señor. Nunca perdió la fe y la seguridad que el Señor le respondería a su clamor. Al final, Dios le dio la victoria ante el acoso del ejército enemigo, el cual fue derrotado por los fieles soldados que apoyaban al rey, Absalón murió en la batalla, David sufrió en demasía por la muerte de su amado hijo y compuso una endecha fúnebre por este hijo rebelde, gritando “Absalón, Absalón quién pudiera ayudarme a morir en tu lugar hijo mío Absalón.” Qué terrible experiencia de un amante padre. Posiblemente nunca tengamos experiencia parecida como padres, con un hijo rebelde, grosero y mal intencionado, por lo que, nos es necesario orar a nuestro Dios por nuestros hijos, por cada uno por su nombre, para que cumplan su rol de hijos y sean  temerosos de Dios su Creador, cumplan  su voluntad, que tengan  la experiencia de tener en su vida a Jesucristo como Salvador y Señor. Que así sea.

“Tuya es, Señor, la salvación; ¡envía tu bendición sobre tu pueblo!”

Salmo 3:8

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