“Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él.”

Colosenses 3:17

La mayoría de nosotros considera que el lunes en la mañana es el comienzo de nuestra semana y la noche del domingo es el final. Y entonces comenzamos otra semana de nuevo. La rotación del reloj continúa para todos nosotros. Existe un hecho bastante interesante acerca de nuestro tiempo que lo hace diferente a muchos otros recursos en nuestra vida: ¡a todos se nos da exactamente la misma cantidad de este regalo! Hay siete días en una semana y hay 24 horas en cada día: 7x 24=168. Todos contamos con 168 horas cada semana. No tenemos elección. No podemos comprar o intercambiar más tiempo y tampoco podemos decidir tomar menos. Sin embargo, si podemos hacer una decisión en cuanto a cómo utilizar cada hora. Por este motivo el tiempo es sin duda un objeto precioso, al igual que el factor igualitario para toda la humanidad. Ninguno de nosotros puede ofrecer ninguna excusa para la productividad o tener ninguna prioridad por poseer menos o más. La verdadera pregunta entonces es la siguiente: ¿cómo utilizamos este recurso finito llamado tiempo?

¿COMO UTILIZAR MEJOR MI TIEMPO PARA SERVIR A DIOS Y LOS DEMÁS?

La Biblia enseña en muchos pasajes acerca de nuestro uso del tiempo. Colosenses 3:17 es particularmente útil para recordarnos que nuestros horarios de cada día deberían verse muy distintos ahora a lo que eran antes de nuestra salvación.

La nueva vida de Jesús en nosotros debería cambiar nuestras prioridades y el modo en que vemos el regalo del tiempo. Dicho con sencillez nuestro calendario debería ser redimido no mucho después de que nuestra alma sea redimida.

El salmista David nos recuerda la fragilidad de la vida y la importancia de utilizar sabiamente nuestro tiempo:

“«Hazme saber, Señor, el límite de mis días, y el tiempo que me queda por vivir; hazme saber lo efímero que soy. Muy breve es la vida que me has dado; ante ti, mis años no son nada. Un soplo nada más es el mortal, un suspiro que se pierde entre las sombras. Ilusorias son las riquezas que amontona, pues no sabe quién se quedará con ellas.» Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? ¡Mi esperanza he puesto en ti!”

Salmo 39:4-7

Lee Colosenses 3:16-17,23,24