El apóstol Pablo escribiendo a la iglesia que estaba en Colosas, les recomienda que lo imiten en su experiencia, en su andar con Cristo, para que sus vidas puedan dar testimonio ante propios y extraños a quien siguen, quién les dio un nuevo sentido y propósito a sus vidas, por su persona como Mesías Salvador, su ejemplo, sus enseñanzas, su sacrificio en la cruz y en el poder de su resurrección, cuya presencia viva está en ellos y con ellos. Por eso les declara: “Para que anden como es digno del Señor, agradándole en todo. Esto implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios y ser fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder. Así perseverarán con paciencia en toda situación” (1:10,11).

Al recibir la vida de Cristo en nosotros, por la conversión a Él, fuimos declarados hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, por lo tanto Él nos dio vida, Juan dice “que en Él estaba la vida (Juan 1:4) “También el Hijo a los que quiere dar vida” (Juan 6:21).

La transferencia de la vida de Cristo en nosotros nos da la capacidad en el Espíritu Santo de vivir como Él vivió, su presencia en nosotros nos permite que podamos ser como Él en todo lo que somos y hacemos. La salvación que Él nos dio por nuestra decisión personal de seguirlo nos da el poder de vivir vidas transparentes, de servirle y de hablar o testificar de Él a otras personas. Si andamos con Cristo debemos tener la victoria sobre los males del mundo, sobre nuestras circunstancias adversas y sobre las asechanzas y tentaciones del diablo.

El himnólogo dice: “Vivir en Él es mi placer”. Vivamos vida satisfechas sabiendo que Él prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28.20). Vivamos en obediencia a Él y cada día sumemos las experiencias maravillosas por andar con Cristo y compartirlas a los desalentados sin esperanza. “Es Cristo en ustedes la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).

Lee Colosenses 1:10-14 27-29