Escrito está —les dijo— Mi casa será llamada casa de oración; pero ustedes la están convirtiendo en cueva de ladrones.
Evangelio de Mateo 21:13
En la segunda purificación del templo de Jerusalén, Jesús entró en el templo e impulsado por el celo de las cosas sagradas, trastornó los negocios donde se vendían, entre otras cosas animales para los sacrificios por el pecado de la gente, o para las ofrendas de gratitud; negocio de los líderes religiosos que afectaban la economía de los que buscaban el perdón divino porque el costo del animal era más elevado. Jesús hizo la declaración que escribió el apóstol Mateo, Jesús invocó a los profetas Isaías y Jeremías, cuando Dios declara que los gentiles conversos se incluyen en el pueblo del pacto de Dios y agrega que los obedientes al pacto y al día de reposo los recreará en su casa de oración y sus sacrificios espirituales serán aceptados (Isaías 56:6,7).
Las oraciones privadas, en el hogar y en otros lugares no quitan nuestra responsabilidad de acudir a la casa de oración para ser participantes de la adoración y de la oración. Se nos exhorta a orar (Hechos de los Apóstoles 10:25), se nos promete ser oídos y que nuestras oraciones serán respondidas según la voluntad de Dios (2 libro de Crónicas 7:14-16; Evangelio de Mateo 18:19). No hay excusa, la casa de oración de Dios, debe ser nuestra casa, ahí encontraremos paz, descanso por la presencia del Señor, recibiremos consuelo, perdón, compañerismo con Él y respuesta a nuestras necesidades en el momento oportuno.
Tengamos celo por la casa de oración como lo sintió Jesús y seamos agradecidos con Dios por su respuesta.
Lee Mateo 21:12-16