Qué bello es el himno “Fuente de la Vida Eterna”, escrito por Robert Robinson, la música por John Wyeth, y la traducción por Thomas M. Westrup. Muy bíblico, por cierto, donde expresa verdades sublimes en una maravillosa analogía de Jesucristo, como un manantial perfecto y único en donde el ser humano puede saciar su sed espiritual y llenar su vacío existencial.
Estas son las verdades de este magistral poema sobre Cristo:
Él es bendición para todo aquel que vienen a Él. Su gracia es magnífica, Su piedad es inagotable, Su perdón es abundante, Su amor al hombre es una búsqueda constante, Su compasión es favor compasivo, Su clemencia ampara y es Salvador propicio. La respuesta a este manantial maravilloso debe ser una entrega del corazón para que Él lo llene de la verdad eterna. La multitud de los que han tomado de su fuente le cantan agradecidos y reciben la unción de su Espíritu, dotándoles de dones, de santidad y los guía en obediencia, humildad, amor y fe.
Tomemos del agua de vida de Este Gran Manantial de Vida Eterna y compartamos con los sedientos que conocemos esta agua maravillosa, para que tengan su encuentro personal con Cristo, el Salvador, Señor y Amigo, que así sea.