“Es verdad que ustedes pensaron hacerme el mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente.”

Génesis 50:20

Estas palabras: Mal, Dios, Bien, es un patrón que se repite a lo largo de la Biblia. Lo leemos en la vida de Job, Moisés, José, David, Daniel, los profetas, Jesús, los apóstoles y discípulos de Cristo. Este patrón también lo hemos visto en otros seguidores de Jesucristo y nos ha sucedido también a nosotros, malas experiencias en nuestra vida en algún tiempo y en algunas circunstancias. Fuimos afectados por familiares, amigos o conocidos y aún por extraños, en el trabajo o en algún otro lugar nos hicieron sufrir,  padecimos una injusticia o una difamación. En esa situación dependimos de Dios, nuestro Padre, Él escuchó nuestras oraciones y nos hizo justicia, tornando el mal en bien por su maravillosa intervención. Naturalmente no fue nada fácil enfrentar ese mal, nos sentimos temerosos, angustiados y desesperados como sucedió con esos personajes que leemos en el Antiguo o Nuevo Testamento. Consideramos que era difícil lo que estábamos experimentando, pero nuestra fe en Cristo nos sostuvo, buscamos en oración una respuesta o solución, recibimos la fortaleza del Espíritu Santo quien nos dio tranquilidad, usó su palabra para fortalecernos, descansamos en pasajes bíblicos que producían en nosotros esperanza.

El bien llegó, reconocimos que todo era para dar gloria a Dios y para bendecir su nombre, dar testimonio por su ayuda, por su vindicación, y por su bendición. Mientras estemos en este mundo tendremos que enfrentar el mal y la injusticia. Recordemos las palabras de Jesús: “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, ¡pero anímense! Yo he vencido al mundo” (Evangelio de Juan 16: 33).

En el tiempo oportuno Dios responde a nuestro urgente ruego, Él nos recomienda que no debemos vengarnos, porque lo más fácil posiblemente, sería vengarnos pero no tendríamos tranquilidad y Dios nos dejaría a nuestra suerte porque nosotros hemos tomado el control y no Él. Por eso nos aconseja el apóstol Pablo: “No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito  -Mía es la venganza; yo pagaré.- No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien” (carta a los Romanos 12:19-21).

Cuando le damos el control de nuestra situación a nuestro Padre Celestial, el asunto ya no es nuestro, El promete ganar nuestras batallas. “Nunca digas: ¡Me vengaré de ese daño! Confía en el Señor, y él actuará por ti” (Proverbios 20:22). No al Mal, sí a Dios y vendrá el Bien a nosotros.

Lee Génesis 50:1-26