Salmo 8

David pudo contemplar este primer cielo, haciendo alusión de el en este Salmo. También al contemplar el cielo sideral o cosmos a simple vista hasta donde le fue posible. Observó el color maravilloso de la luna, la luz de las estrellas, y con toda seguridad vio los cometas, las conjunciones planetarias, el arco iris. Y estamos de acuerdo con él, expresando nuestro encanto cuando nosotros observamos el universo.

Algo sublime también, David pudo imaginar el cielo glorioso y majestuoso donde su Dios habitaba, lo mismo nos sucede a nosotros al leer en la Biblia lo majestuoso, lo perfecto y lo glorioso que debe ser el cielo donde el Señor se encuentra en su trono, rodeado de querubines, ángeles y otras criaturas que se mencionan, además de los redimidos humanos que ya están ahí. No podemos describir lo único, maravilloso y sublime que es el paraíso donde habita nuestro único Dios y Señor.

Los tres cielos son asombrosos, hemos visto a los primeros dos en muchas ocasiones o cada día de nuestra existencia, solo nos falta conocer el tercer cielo que ha de ser más espectacular, asombrosamente bello, donde ya no existe la noche, todo es luz porque la presencia de Dios lo ilumina todo. El poeta tiene mucha razón de dar el reconocimiento al Dios Creador Yehová por su poder, por su nombre glorioso y soberano. Él finaliza este Salmo como inició: ¡Oh Yehova’, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!

Sigamos disfrutando los amaneceres y las tardes en gratitud al Señor de la creación, sin olvidar, que en el momento oportuno según el decreto de Dios conoceremos su ciudad celestial, el paraíso.

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