Y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.

Juan 8:32

Desde el principio de la historia de la humanidad el ser humano ha deseado la libertad. La perdió, cuando permitió que el mal entrara en su vida, el ser angélico, enemigo de Dios, lo sedujo y a partir de ese momento ya no sería libre, porque por medio de su naturaleza caída o de su propia concupiscencia estaría sujeto a sus pasiones y deseos malvados los cuales lo harían esclavo por su propia voluntad.

El pecado es un fracaso, es una ruptura de la amistad de Dios que el hombre llegó a experimentar desde el principio de su creación y la perdió porque el mal ya lo tenía esclavizado, perdiendo su perfecta, excelente y maravillosa libertad. Comenzó a ser gobernado por la tentación de donde surge las pasiones y deseos que vemos frecuentemente en las sociedades del mundo como es, la codicia, el odio, la violencia, las guerras, la corrupción, el terrorismo, y un sinnúmero de males y aberraciones.

Nosotros también descendientes de Adán actuamos igualmente, somos imperfectos y caemos una y otra vez en las tentaciones del enemigo que decide a pecar contra Dios, contra el prójimo y contra nosotros mismos. Pero Dios en su infinita misericordia planeó de que el hombre recobrara su libertad, no por sus méritos porque no los tenía, ni por sus esfuerzos o por prácticas religiosas, sino por otro Adán, otro hombre perfecto, Jesucristo, fue Él quien venció al ser angélico maligno en toda tentación, pero este ser enemigo de Dios y de su Hijo usó a muchos para que lo matarán ignorando que con su muerte pagaba por la esclavitud del ser humano y con su victoria sobre la muerte, resucitando al tercer día de su sepultura, por el poder de su Padre. Efectuó la libertad para que todo ser humano lo obtenga bajo su propia decisión. “Si el Hijo los libertaré, serán verdaderamente libres”.

Cristo es la verdad para ser libre, es la vida para que podamos ejercerla en su sentido pleno y abundante, pero es el camino que nos lleva a la reconciliación con Dios a quien hemos ofendido para obtener el perdón que necesitamos. Conocer esta verdad que es Jesucristo nos da la seguridad de salir de la esclavitud del mal y del maligno. Ya tenemos un poderoso Salvador.

Lee Juan 8:31-36