“En la Ley del Señor está su delicia”
Salmo 1:1-3
El que ama a Dios, se deleita en su palabra revelada para nuestro bienestar. Nuestra fe en el Señor es por experiencia de haber creído en Él y haberlo invitado a ser parte principal de nuestra vida, no solo por habernos creado, sino porque nos ha redimido, pagando el rescate para ser sus hijos por medio de Jesucristo. Al conocerlo como el Autor de esta revelación, escrita por hombres escogidos para que pudiéramos conocer su maravillosa voluntad es una gran bendición. Así su palabra es un deleite para nuestro bien vivir. Hay descanso en ella cuando la leemos, sustenta nuestra mente y espíritu y nos da esperanza. No hay sustituto para la Biblia en materia de fe, de espiritualidad y de conocimiento de Dios. Entre más acudimos a ella más conocemos a su Autor.
Al estudiar la palabra de Dios, no solo alimentamos nuestro espíritu sino también hay conocimiento de su voluntad, de sus propósitos para su pueblo, para la humanidad y el desenlace de la historia del hombre.
Quien lee y medita en su palabra y la obedece es “es como el árbol plantado cerca de corrientes de un río, que siempre dan fruto en su tiempo y sus hojas nunca se marchitan. Y prosperan en todo lo que hacen.” (NTV)
Estos son los efectos de los que dependen de su palabra, llenos de vida porque Dios les da vida en abundancia. Al permanecer en el estudio de ella como manantial de vida, hay firmeza en la confianza y un desarrollo de nuestra fe en Él y un efecto progresivo de continuar dando frutos que le agradan y satisfacción para nosotros porque la bendición será perenne. Eso habla de su excelencia y de su amoroso cuidado en el quehacer de cada día.
“No es haciendo aquello que nos agrada hacer, sino agrandándonos de aquello que debemos hacer, lo que hace que la vida sea bendecida.” (Goethe).
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