Dios, por medio del profeta Zacarías dice, que se debe amar estas dos virtudes: “Amén, pues, la verdad y la paz.” (V. 19) En el mundo en que vivimos estas dos cualidades dejan mucho que desear en su práctica.
La gente es mentirosa de manera compulsiva, todo para el beneficio del mentiroso o mentirosa, incluye el engaño el cual es planeado, para el que lo ejerce para que salga bien librado. Lo mismo el hombre común, como el encumbrado. Lo hacen los políticos cuando se promueven en busca de votantes para ser elegidos a un puesto público, y esto lo hacen en todos los niveles de la política. Estando en el puesto se corrompen y son incumplidos en sus promesas de hacer el bien al pueblo y hacer justicia. Dios desea que su pueblo sean personas veraces y justas sin engaños y mentiras, cuando nosotros como cristianos somos veraces Dios es generoso en sus bendiciones.
Respecto a la paz el hombre la perdió y declara la Escritura Sagrada que fue destituido de la presencia de Dios. El apóstol Pablo lo comprendió y recomienda a los cristianos en Roma que obtenga esta reconciliación: “En consecuencia ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos *paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” —Romanos 5:1 La paz con Dios nos lleva a vivir mejor en armonía con nuestro prójimo, sea la familia, amigos, creyentes en Cristo, conocidos, compañeros de estudio o de trabajo. Tenemos satisfacción de llevarnos bien con todos, cuando hay diferencias y distanciamiento nuestra paz espiritual nos impulsa a buscar la reconciliación por medio del perdón. Cuando estamos bien con Dios y con nuestros semejantes tenemos la aprobación de Dios y sus múltiples bendiciones. El apóstol Pedro nos recomienda: “En efecto, el que quiera amar la vida y gozar de días felices, que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir -engaños-, que se parte del mal y haga el bien; que busque -la paz- y la siga.” —1 Pedro 3:10-11