La Biblia abunda con expresiones agradables, de advertencia, de disciplina, de consejo y de sentencia respecto a la relación de los hijos con el padre y viceversa. Dice la Escritura Sagrada: “Como el padre se compadece de los hijos, se compadece el Señor de los que le temen.” —Salmo 103:13 “Hijo mío, obedece la enseñanza de tu padre…grábalas en el corazón… Cuando camines, te servirán de guía…” La enseñanza es una lampara, la enseñanza es una luz y la disciplina es el camino a la vida… Hijo mío, pon en práctica mis palabras y atesora mis enseñanzas…” (Proverbios 6 – 7).

Un padre bueno, justo, y amoroso con sus hijos siempre tendrá satisfacción por el comportamiento de sus hijos, en el hogar como en cualquier lugar a donde fueren. Cuando los hijos saben aprovechar los consejos del padre, cuando son magníficos estudiantes, responsables, serviciales y honestos, hay mucha satisfacción en el padre y en la madre. Cuando los hijos son temerosos de Dios, procuran vivir la vida en Cristo en el hogar como en la vida pública y dan buen testimonio de su fe, hay mucha satisfacción en el padre porque él les ha puesto el ejemplo.

En algunos casos quien falla es el padre y los hijos se avergüenzan de él, pero el hijo o la hija no pueden, ni deben de juzgarlo. “El hijo no llevará el pecado del padre…” (Ezequiel 18:20). ”La persona que peque morirá. Sepan que todas las vidas me pertenecen, tanto la del padre como la del hijo.” (Éxodo 18:2).  Salomón dice: “el hijo sabio atiende a la corrección de su padre, pero el insolente no hace caso a la reprensión.” —Proverbios 13:1.

Damos gracias a Dios por la paternidad responsable. Gracias a Dios por el padre que nos engendró, aunque ya haya terminado sus días aquí en la tierra.

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