El carcelero dijo: “Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo?” Cree en el Señor Jesús, así tú y tu familia serán salvos.” – le contestaron Pablo y Silas. Luego le expusieron la palabra de Dios a él y a todos los demás que estaban en su casa…fueron bautizados él y toda su familia.
Hechos 16:30-33
Interesante narración nos hace el Dr. Lucas de esa experiencia difícil de los dos misioneros a los gentiles. Los cuales llegaron a la ciudad de Filipos, Macedonia. Primeramente, buscaron un lugar en donde compartir el evangelio, y lo hicieron a orillas del rio Ganguitas, era un lugar donde se suponían que se reunirían para la oración. Encontraron a unas mujeres que se reunían allí, Pablo y Silas se sentaron y hablaron con ellas y hubo conversiones a Cristo, entre estas una mujer llamada Lydia. Posteriormente liberaron a una muchacha de espíritu de adivinación y eso produjo un verdadero alboroto y los echaron a la cárcel. Estando prisioneros ellos se pusieron a alabar a Dios con cantos y oraciones, testificando así a prisioneros y guardias. Un temblor de tierra y las celdas se abrieron, cuando el responsable de la prisión o carcelero se dio cuenta pensó que todos los presos habían huido. Se iba a quitar la vida por su irresponsabilidad y por el juicio que le esperaba. El apóstol Pablo le gritó, “no te hagas ningún mal, todos estamos aquí”, así fue como escuchó el evangelio de Jesucristo y recibió la salvación. Sacó de la prisión a los misioneros, los llevó a su casa, les lavó y curó las heridas de los azotes que habían recibido. ¡Qué testimonio de conversión! Los misioneros le bautizaron y a su familia también y continuó la enseñanza ¡Excelente!
Si tú ya has sido salvo por la gracia de Dios y por la muerte y resurrección de Jesucristo; tu familia también lo es, abre tu hogar e invita a otra familia para que ellos también conozcan a Jesús el Salvador y continúa con su discipulado. La palabra de Dios permanecerá y no volverá a Dios vacía. No dejes pasar el tiempo, ¡hazlo ya!, por el amor de Dios.
Lee Hechos 16:11-34