Pero les digo la verdad: Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador (Intercesor) no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes. Y cuando él venga, convencerá (culpará) al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y al juicio.

Evangelio de Juan 16: 7,8

Jesús amaba a sus discípulos. En esta ocasión, deseaba animarlos antes de su despedida, porque Él regresaría al Padre. Era necesario que ellos supieran que no los dejaría solos, que Él estaría con ellos en el Espíritu, por lo que, les hace la promesa de que vendrá oportunamente el Consolador, el Espíritu Santo, quién les haría compañía, sería su intercesor, su ayuda y su consuelo. Además, les recordaría todas las enseñanzas y discursos que escucharon durante más de tres años que habían estado con Él.

A los cuarenta días que Jesús ascendió a los cielos, el Espíritu Consolador descendió sobre los discípulos de Jesús y sobre otros creyentes, iniciándose un avivamiento por compartir la obra de Cristo, su muerte, resurrección y su regreso en gloria. Los discípulos y creyentes dependían en forma total del Espíritu Santo, quien lo fortalecía y les recordaba las enseñanzas de su Maestro la cual compartían dando testimonio de Él, sanaban enfermos y milagros todo por su poder y ayuda que el Espíritu les daba.

Debemos caminar en la promesa de Jesús, respecto a que Él estaría con su pueblo todos los días, depender del Espíritu Consolador e intercesor quien fortalece nuestra fe y nos ayudará ante las situaciones que enfrentemos en el futuro inmediato o mediato, nos iluminará también para que nos apropiemos de las promesas de Dios escritas en la Biblia y por todo ello alcanzaremos la victoria y tendremos éxito en todo lo que nos propongamos. Decídete a confiar en el Espíritu Santo.

Lee Juan 16:5-16