Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, con todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones se reunirán delante de Él, y Él separa a unos de otros, como separa el pastor las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Vengan ustedes a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me dieron alojamiento, necesité ropa y me vistieron, estuve enfermo y me atendieron, estuve en la cárcel y me visitaron”. ¿Y ellos responderán, cuando hicimos esto? El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí” (Evangelio de Mateo 25:31-40).
Que maravillosa promesa del Señor Jesucristo; ya está preparada, para todos sus seguidores, que, habiendo experimentado la salvación en Él, la regeneración por el Espíritu Santo, el haber depositado la fe en Él, como el Mesías, Salvador y Señor, el haber creído en su muerte de cruz por causa de nuestros pecados y creer en su gloriosa resurrección, tenemos vida eterna en su nombre, nuestra herencia está con Él, somos coherederos.
Después de la experiencia de salvación, el creyente, discípulo de Jesucristo debe ser participante en las obras del reino, lo cual no es solamente evangelizar o dar su testimonio de vida y de palabra, sino discipular al nuevo convertido; además, servir a los necesitados en todo lo que se pueda hacer por ellos, como lo es: alimentos, ropa, medicinas, protección, orientación, visitación a los enfermos y encarcelados, ser hospitalarios con aquellos que vienen de otras ciudades, parientes, hermanos en la fe o conocidos. La vida en Cristo tiene que demostrarse, la compasión de Él debe ser nuestra compasión por otros. La herencia que Dios ha preparado, es una verdad indiscutible. ¡Créelo! Y compártelo.
Lee Mateo 25:31-40