“¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios?” -le contestó Jesús.

Juan 11:40

Lázaro de Betania llevaba cuatro días de muerto, cuando su amigo Jesús de Nazaret llegó para visitarlo teniendo conocimiento que estaba muy enfermo.

En las experiencias del creyente en Cristo, suceden cosas maravillosas. Cuando llegamos a conocer a Jesús en su humanidad, observa uno la gran compasión que Él tenía del dolor humano, su deseo era solucionar los problemas sin resolver y considerar esa fragilidad del hombre ante la amenaza de la enfermedad y la muerte, dos aspectos del sufrimiento que quitan la tranquilidad, la seguridad y producen temor e incertidumbre. Martha la hermana de Lázaro, le lanzó un reproche a Jesús, -si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. – expresión por la impotencia y frustración de no haber podido ella y su hermana María haber hecho algo más para que sanara su hermano y no se muriera.

El ser humano, creyentes y no creyentes en algunas ocasiones han reprochado a Dios su ausencia cuando más se le ha necesitado en una situación dada de pesar, desgracia, o infortunio. Se sienten sin esperanza, se sienten solos y llenos de temor. Jesús nos dice, como le dijo a la apesadumbrada Martha: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Que maravilloso, con cuanto amor y bondad lo dice, y lloró por el sufrimiento humano. La presencia de Dios, que es su gloria, su esplendor, su poder, su grandeza; están presentes cuando más se le necesita. Lo dice para despertar en estas hermanas y en nosotros la esperanza de la restauración emocional, física, y espiritual. Y el milagro se dio, Lázaro el hermano y amigo amado, resucitó, volvió a vivir y el gozo contagió a todos los que estaban frente al sepulcro, incluyendo a sus hermanas y a su amigo Jesús.

Es esa presencia milagrosa de un Dios y Padre que anhela el bienestar de nuestra vida, por medio de su Hijo Jesucristo, nuestro Mesías, Señor, Salvador y Sanador, es también nuestro amigo amado, Él hace la diferencia en nuestras penas y sinsabores, en nuestra desgracia, soledad y desesperación. Tengamos esperanza y veremos la gloria de Dios y el gozo, la alegría volverá a nosotros.

Lee el relato Juan 11:1-44