Un estudiante recién salió de la Facultad de Medicina, comenzó a ejercer y su primer paciente fue un anciano. El joven médico estando solo estaba nervioso. El anciano enumeró sus males y esperó que el doctor le diera su diagnóstico, después de un largo examen, el médico no pudo descubrir qué enfermedad tenía su paciente. Preguntó al anciano, ¿ha tenido antes estas molestias? El hombre respondió, si muchas veces, bueno, dijo el joven médico “la tiene usted otra vez”.

Al observar la confusión, frustración, angustia y otras dolencias de la humanidad en esta época, el diagnóstico que uno puede hacer, es que, el mundo “la tiene otra vez.”  ¿Pero qué tiene el mundo? Si vemos las noticias en todos los medios informativos o en la prensa, encontraremos evidencias de las enfermedades del ser humano: odio, prejuicios, codicia, violencia contra la mujer, secuestros, adicciones, y otros muchos males. El hombre es un ser paradójico, porque por un lado hay futilidad, degradación y maldad y por el otro: bondad, compasión, amor al prójimo.  El filósofo Séneca dijo: “los hombres aman sus vicios y al mismo tiempo los odian”. Casi todos reconocemos que el hombre está enfermo, que tiene una enfermedad crónica la cual ha afectado toda su vida. Dios le da un nombre a esa enfermedad casi incurable: Pecado, extravío.

El apóstol Pablo hace una clara exposición del mal en la carta a los Romanos 1:18-32.

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