Tradicionalmente el término “trabajo” ha estado relacionado con una actividad física. A este elemento físico del trabajo se le agrega la idea de carácter moral. Según algunos expresan que el trabajo es un castigo de Dios por el pecado de la primera pareja humana, en forma particular es el hombre el más culpable por la pena que le impuso su Creador por su desobediencia, en este sentido, el trabajo es visto como una tarea masculina y no femenino; es por eso que por mucho tiempo se le ha dado poco aprecio al trabajo de la mujer. Lamentablemente es ignorancia, ya que la mujer ha sido una trabajadora por excelencia, especialmente en el ámbito del hogar. A menudo ha sido la única responsable de la casa o con poca participación del esposo y de los hijos. Además, la educación de los hijos en edad escolar por causa de las exigencias del trabajo del esposo. 

Es importante recalcar que la mayoría de la esposas o madres no consideran sus labores en el hogar como “trabajo”, sino como deber de esposa y madre, haciéndolo por amor a la familia que la necesita. El trabajo de la mujer dentro del hogar y sin remuneración no da lugar a controversias ni discusiones. Sin embargo, el panorama cambia cuando la mujer trabaja fuera del hogar para apoyar a la economía de la familia, su valoración personal en cierto grado de reconocimiento social y para su propia realización en la vocación que tiene. Lo cual es necesario para fortificar su sentido de identidad personal y social. Esta nueva identidad deberá ser una que no se obtenga a través de la actividad doméstica, pues esta no ocupa el rango de una profesión ni es reconocida como desempeño laboral. Tampoco deberá estar referida a la actividad económica del varón.

Con Cristo en el hogar todo es satisfacción. familia atrévete a vivir mejor, busca y lee el Sagrado Libro.

Continúa…

Lee Génesis 3:19