La Biblia dice que Jesucristo instituyó la iglesia, claramente se identifica con ella y toma en serio esa identidad. A principios del cristianismo Saulo de Tarso andaba “Respirando aún amenazas” contra la iglesia. Jesús le dijo: “por qué me persigues? Luego se identificó a sí mismo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues” (Hechos 9.1-5).
La persecución era con los discípulos y creyentes que formaban la iglesia de Cristo, de ahí que su identificación era tan real con ellos. Esta es una de las razones por qué debemos identificarnos con la iglesia, porque Cristo se identificó con ella. Puedes apreciar esto, lo que a ti te sucede Él se identifica contigo o conmigo. Experimenta nuestras angustias, sufrimientos y persecuciones o problemas.
En la Biblia se usan analogías para describir a la iglesia: a veces se le llama el cuerpo de Cristo, otras veces edificio de Dios, a veces la esposa de Cristo; lo agradable, como la familia de Dios.
El apóstol Pablo al escribir a Timoteo le dice, como debe comportarse “en la casa de Dios” (1 Timoteo 3:15). La palabra familia describe bien a la iglesia, lleva la idea de que debe ser una familia cariñosa y que acepta su responsabilidad de atención y de servicio los unos a los otros, hasta que alcancen su madurez en Cristo. La iglesia no es el edificio, aunque nos reunamos ahí, tampoco es una organización, aunque debe estar organizada, no es un público asistente a un evento. Es una comunidad íntima de redimidos y salvados por Cristo; es una hermandad unida bajo el Señor y Salvador Jesucristo. Es la familia del Dios vivo. El elemento unificador de la iglesia es nuestra dedicación común a Dios como Padre mediante la fe en Jesucristo. La iglesia no surgió simplemente porque algunas personas simpatizaban con otras; resultó porque las personas se entregaron individualmente a Dios. Reconocieron primeramente la obra de Cristo en sus vidas y aceptaron la paternidad de Dios.
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