“Segundos después de mi muerte, mis ojos cerrados sé que se abrirán. En la gloria eterna de mi Cristo amado, ¡Y cuánta hermosura entonces verán! En el paraíso que me ha preparado, mi Cristo adorado, mi Rey y Señor; Encontraré a muchos, cantando alabanzas por sus bendiciones al Padre de amor. Hallaré a los míos, que me precedieron, y que allá me esperan junto al Salvador; Los veré hermosos cual la primavera a la que han entrado en la casa de Dios.”

Anónimo

Somos incontables, a los que nos agradaría saber la grandeza del cielo, pero la Biblia no nos dice mucho sobre esa grandiosidad, da algunos pormenores y nos anima que seamos valientes en nuestro seguir a Cristo, porque solo los valientes arrebatarán el cielo. El Aposto Pablo dice que él fue arrebatado al tercer cielo, dice que le fueron mostradas algunas cosas maravillosas que allí hay, dice que vio cosas y oyó palabras que le fue prohibido revelar (1 Corintios 2:9). La grandiosidad de la ciudad de Dios sobrecoge nuestra imaginación. Si podemos deducir que la ciudad celestial será tan vasta, tan bella y tan extensa, con sus ríos de agua transparente como el cristal La Escritura Sagrada nos dice el tamaño de la ciudad (Apocalipsis 21:9-27; 22:1-6). Jesucristo dijo, hablando de esa ciudad o casa de Dios, “que en ella había muchas viviendas, que él iría a preparar lugar para los suyos, para que donde él estuviere, también estaríamos con Él (Juan 14:2-3).

“De celeste país he leído, do se encuentra una hermosa ciudad, cuyas calles benditas son de oro y de jaspe su muro eternal. A través de sus calles deslumbra de sus aguas de vida el cristal; Y aunque se habla de tanta excelencia, no se ha dicho aún la mitad.”

El Apóstol Pablo expresó: “Porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia. Me siento presionado por dos posibilidades; deseo partir y estar con Cristo, que  es muchísimo mejor…” (Filipenses 1:21-22).

La única verdad es que para entrar a esa ciudad eternal de Dios, se debe tener la salvación en Cristo, recibiéndolo como el único Señor y Salvador y serle fiel hasta la muerte (Apocalipsis 2:19).  Demostrar que en verdad somos discípulos comprometidos con el Gran Mandamiento (Mateo 22:37-40) y la Gran Comisión (Mateo 28: 19-20) “No todo el que me dice: Señor, entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo” (Mateo 7:21).

Lee Apocalipsis 21:9-27 Mateo 7:21