“Dicho esto: Jesús se angustió profundamente”

Mateo 26:38

El día anterior vimos que la angustia “es la aflicción por un estado afectivo que implica un cierto malestar psicológico, sufrimiento mental, tristeza, el miedo a la separación, acompañado por cambios en el organismo.” Ante la muerte el más valiente tiene miedo, su alma se angustia.

 Esta angustia es la que está experimentando Jesús ante la proximidad de su muerte. ¿Qué razones tuvo Jesús para angustiarse?                                      

Primero: Por la incomprensión de su pueblo judío, al rechazarlo como el Mesías prometido por Dios para ellos. Experimentó desprecio tras desprecio, hasta que los judíos pidieron al gobernante Romano que lo crucificara.

Segundo: Por la traición de un amigo. Jesús amaba a Judas, como amaba a los demás discípulos, que difícil afrontar que su mismo amigo lo vendiera a los dirigentes judíos por treinta monedas de plata. Una traición muy cruel.

Tercero: Por la amenaza, miedo al sufrimiento físico y dolorosa muerte en la cruz. Jesús sabía lo que era ese tipo de muerte.

Cuarto: Por sus amigos que lo abandonarían. Todos huyeron, menos Juan, que junto con María la madre de Jesús y otras mujeres permanecieron al pie de la Cruz cuando Él estaba muriendo.

Por último, la angustia era provocada por el pecado de la humanidad. Sabía que no podía negarse a morir para salvarlos de la condenación eterna. Ahí, tú y yo estamos incluidos, somos responsables de su angustia y de su muerte. Es aquí donde debemos estar firmes en la salvación que Él logró por nosotros y vida eterna en su nombre. Por lo que, seamos agradecidos, demos testimonio de nuestra fe en Él ante propios y extraños. Compartamos su evangelio.

Lee Mateo 26:36-44