El Apóstol Pablo escribiendo a los corintios les dice: “Porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7).

Cuando celebramos como comunidad cristiana la Cena del Señor, debemos tomarla con acción de gracias, en un ambiente cúltico de adoración, en una sincera fraternidad como familia de Dios; con la contrición del espíritu habiendo pedido perdón por pecado o pecados no confesados en sincero arrepentimiento. Ya que nuestra pascua que es Cristo, se ofreció voluntariamente como el único y perfecto Cordero, siendo sacrificado por nuestros pecados. “Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarnos a Dios. Él sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu hizo que volviera a la vida” (1 Pedro 3:18).

Esa Pascua que es Cristo, salvó nuestra alma, nos dio vida nueva y la promesa de alcanzar la vida eterna, nos salvó de la ira de Dios,  de la condenación eterna, cuyo destino era el infierno. ¡Maravillosa Pascua! ¡Gloriosa! en su perfección y en su suficiencia, “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). “Por eso Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que los llamados reciban la herencia eterna prometida, ahora que Él ha muerto para liberarlos de los pecados cometidos bajo el primer pacto” (Hechos 9:15).

¡Bendita Gracia! la de Dios, que por la pascua que es Cristo, ya no tengamos más temor, porque Él mismo dijo: “Aquí me tienes: He venido a hacer tu voluntad”. Una excelente obediencia a pesar del sufrimiento atroz que él experimentó. “Y en virtud de esa voluntad somos santificados mediante el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre” (Hechos 10:9,10).

Disfrutemos la Pascua que es Cristo; El cual está en nosotros, “la  esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).

Lee 1 Pedro 3:18 Hechos 4:12