Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: ¡Abba! ¡Padre!
Carta a los Romanos 8:14-15
Cuando nacimos de nuevo por haber reconocido que estábamos muertos espiritualmente, viviendo conforme a una existencia sin propósito, con el alma velada, sin un contentamiento verdadero, nuestra felicidad era imperfecta y cambiante; vivíamos con un futuro incierto y ante la muerte difícil de enfrentarla con la seguridad que nuestra existencia terminaría en la tumba.
Gracias a Dios que nos dio la oportunidad de tener una relación con su Hijo Jesucristo, reconociéndolo como nuestro Salvador, en genuino arrepentimiento de todos nuestros pecados. Fuimos perdonados por Dios, adoptados como hijos, su Espíritu nos regeneró, santificó y nos selló como propiedad suya.
El Espíritu Santo nos guía a toda verdad, nos da una vida plena para no regresar a nuestra vida pasada que nos esclavice al miedo, a una vida sin sentido, alejados del Dios bondadoso, lleno de amor y misericordia. En su Espíritu podemos decirle “¡Abba!”, papá o Padre. Fue Jesús el Mesías quien enseñó a decirle: “Padre nuestro que estás en el cielo . . .”
No debemos olvidar, que debemos vivir cada día en y con el Espíritu de Dios para no tener temor o miedo a la situación que estemos enfrentando, sabiendo de antemano que nuestro buen y sabio Dios nos ayudará a salir victoriosos.
Lee Romanos 8:9-17