Evangelio de Juan 5:19-30
Este es un pasaje muy sobresaliente en la relación del Hijo y del Padre, esto es, Dios y su Hijo Jesús el Cristo. Como Hijo Jesús tenía sus prerrogativas, Él dijo en cierta ocasión, “yo y el Padre una sola cosa somos”. En estos versículos establece su identidad con Dios su Padre, no tanto en la igualdad sino en su total obediencia, no solo por deber sino por amor. Quien ama obedece según las demandas, en este caso son los requerimientos de su Padre por su confianza sin limitaciones y su temor reverente. ¡Qué lecciones tan importantes para ti y para mi!, muy necesarias, porque también somos sus hijos de Dios por la obra de Cristo. “Porque así como el Padre resucita a los muertos, y les da vida, así también el Hijo da vida a quienes a Él le place (versículo 21).
En igualdad con su Padre, Jesús es el dador de la vida espiritual, porque mientras Jesús está ausente del ser humano, está muerto espiritualmente; cuando Jesús entra en su vida Él da vida, es recreado, redirigida y con promesa de eternidad, porque Jesús dijo, “el que cree en mi, no morirá jamás”, se refiere no a la muerte física sino a la muerte eterna. El que cree en Cristo como el Hijo de Dios, el Mesías prometido y Salvador del mundo, después de terminar esta vida presente y terrena se le abre una vida más plena, maravillosa y eterna porque será recibido por su Salvador, Señor y Dios. Mientras el que no cree en Jesucristo, su vida depende solamente de si mismo, y al rechazar al Señor y Salvador, cuando sea el final de su vida física, morirá eternamente, la cual es separación de Dios. Para nosotros Cristo Jesús es aquel que da vida en este mundo y vida después de la muerte.
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