“Por eso, el Señor mismo les dará una señal: La joven concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel.”

Profetizado por Isaías (7:14)

Después de que Dios por primera vez hizo la promesa de un Mesías, Él comenzó a revelar la verdad específica sobre este Rey que iba a venir por medio de profetas, 680 años antes del nacimiento de Jesús el Hijo de Dios, una  virgen sería la madre del Salvador: Miriam Maria, y ese hijo sería Dios mismo encarnado. La precisión de esta proclamación es milagrosa, considerando cuántos años la humanidad esperó. Esta profecía es una entre muchas (108) que fueron cumplidas por el nacimiento y la vida de Jesús. 

Tratemos de imaginar y pensar en ese milagro de hace más de dos mil años, cuando nació Jesús, no precisamente fue en esta fecha, pero lo que vale es la promesa cumplida, el hecho que transformó la historia de la humanidad. Hay muchas personas que no pueden comprender este milagro de la encarnación de Dios en el vientre de una joven mujer. La actitud que debemos tener ante este hecho es de: asombro, adoración y gratitud, como lo hicieron los ángeles, los pastores, y los astrólogos de Oriente. Las Sagradas Escrituras nos enseña que no hay límite al poder de Dios, Él es digno de nuestra admiración. Veamos tres verdades que se desprenden de este acontecimiento profetizado y cumplido:

LA REDENCIÓN PARA LA ESPERANZA QUE DEMORA. 

Seguramente has escuchado el proverbio: “la esperanza que demora es tormento del corazón”. Con seguridad sabes, que Jesús nació porque Dios redimió o rescató una esperanza largamente demorada. En el libro de Génesis podemos leer que Abraham y su esposa Sara desearon tener un hijo por mucho tiempo, pero Sara era estéril. Cuando ella tenía 90 años, Dios se le apareció a su esposo y esto sucedió: “Entonces Abraham inclinó el rostro hasta el suelo y se rio de pensar: ¿acaso puede un hombre tener un hijo a los 100 años, y ser madre Sara a los noventa? Por eso Abraham le dijo a Dios: ¡Concédele a Ismael vivir bajo tu bendición! —A lo que Dios contestó: ¡Pero es Sara, tu esposa, la que te dará un hijo, al que llamarás Isaac! Yo estableceré mi pacto con él y con sus descendientes, como pacto perpetuo.—Dentro de un año volveré a verte . .  y para entonces tu esposa tendrá un hijo. —Sara estaba escuchando a la entrada de la carpa, a espaldas del que hablaba … Sara se rió y pensó: “¿acaso voy a tener este placer, ahora que ya estoy envejecida y mi esposo es tan viejo?” (Génesis 17:17-19; 18:10-15) Sin embargo, Sara quedó embarazada y dio a luz un hijo. Abraham obedeció a Dios y le puso por nombre Isaac (risa); porque después de todo, Sara tuvo gran alegría y redención por medio de lo que parecía una situación imposible. —

El hijo de Isaac fue Jacob y tuvo 12 hijos, uno de ellos fue Judá a través de su tribu, nació el Rey David y su descendiente fue Jesús, debido a que María era también descendiente de David (y por cierto, el padre adoptivo José también fue del linaje de David), El Salvador, el Mesías prometido se convirtió en el fruto de la respuesta de Dios a la promesa que hizo al patriarca Abraham y a Sara cuando sanó su cuerpo estéril y cumplió el deseo de su corazón, plantó en ella la semilla que finalmente reconciliaría a la humanidad consigo mismo, estableciendo un pacto que duraría para siempre. El milagro que hizo capaz a Sara dar a luz un hijo, es otra razón para estar asombrados de la historia milagrosa en otra mujer, que quedó misteriosamente embarazada por el mismo poder de Dios: Miriam Maria, la madre del Dios humanizado en la persona de Jesús el Cristo.

Posiblemente hoy te encuentres enfrentando una esperanza que se demora, ten la seguridad de que Dios va a redimir ese tiempo y traerá la recompensa que anhelas, aunque no puedas ver el propósito de Dios, algún día lo verás. Aférrate a las promesas de Dios; igual que Sara, experimentarás que Dios cumple su palabra, porque dijo alguien “un deseo cumplido es un árbol de vida”.

Continúa…

Lee Génesis 17:15-19, 18:10-15