!Oigan, cielos! !Escucha, tierra! Así dice el Señor: “Yo crié hijos hasta hacerlos hombres, pero ellos se rebelaron contra mi.”

Profeta Isaías 1:2

Cuando Dios hace un reproche va en serio y con las respectivas consecuencias negativas a quien se las dirige. Isaías fue un profeta, predicador, maestro y consejero. Vivió en el palacio donde vivía el rey, pudo servir por lo menos a cuatro reyes y transcurrieron algunas generaciones de judíos.

El amaba a su pueblo pero nunca estuvo de acuerdo con su vida pagana e inmoral. No le agradaba cómo vivían. Es por eso el reproche de Dios y declarado por el profeta a la gente, frecuentemente el profeta les advertía de que si no se arrepentían y se volvieran a Dios buscando su perdón y su misericordia tendrían que sufrir su castigo que les llegaría por diferentes maneras, ellos no lo creían hasta que les llegó el castigo y la ruina, pagaron un alto precio por su pecado de rebeldía,  desobediencia, injusticia y deslealtad a Dios. El Señor siempre los amó, los formó como un pueblo que debería ser mejor y superior a las demás naciones.

Nuestra rebeldía y desobediencia al Señor traerá a nosotros las consecuencias que nunca consideramos. Lo hace porque somos sus hijos, formados a lo largo de los años con amor y paciencia, ha procurado nuestro bienestar, seguridad, armonía y tranquilidad. Hemos sido bendecidos en nuestra vida personal, familiar; en la salud física, emocional y en nuestro trabajo.

No es conveniente, que nos alejemos de la comunión con Él y si estamos distantes es tiempo de regresar arrepentidos, renovar nuestra lealtad, nuestro compromiso de seguir amándolo y obedeciendo su voluntad. 

Lee Isaías 1:1-6