Los hombres necios se mueren por su falta de cordura y obediencia. Nadab y Abiu, hijos del sumo sacerdote Aaron el hebreo; sus hijos también fueron  investidos como sacerdotes de Dios para ministrar con su padre los ejercicios espirituales en favor del pueblo. Habían experimentado la bendición de haber estado en las faldas de la montaña del Sinaí con 70 ancianos para ver la manifestación de Dios, su presencia y poder, aún así, no comprendieron la reverencia que Dios demandaba de sus siervos y del pueblo, así como su obediencia. Sabían de los elementos que deberían contener los incensarios, para esparcir por humo olor fragante para el culto a Dios, pero ellos en su loca y aberrante necedad quemaron fuego extraño con otras especies de hierbas no aprobadas para adorar y reverenciar a Dios o tomaron fuego no del altar. ¿Por qué lo hicieron?, se les olvidó que Dios es celoso consigo mismo, y Él a nadie le dará su honra y gloria, la adoración al Señor requiere de no mezclar lo Santo y lo profano, la adoración debe ser pura, sincera, sin protagonismo y de una entrega total.

Lamentablemente, Aaron el sumo sacerdote y padre de estos jóvenes, sintió tremendo dolor y angustia al ver fulminados a sus hijos por el poder de Dios. Este pobre padre no pudo incomodarse o reprochar a Dios, en humildad solamente observó, su hermano Moisés le dio su consuelo y que guardara silencio. Nuestra relación con Dios, debe ser y encaminarse a ser responsable. No tomemos a la ligera los asuntos de Dios, sino con temor, por nuestro amor que le tenemos. En el Libro de Hechos de los Apóstoles se narra como los  esposos Ananias y Safira, cometieron perjurio contra el Espíritu Santo y murieron en forma instantánea, el esposo primero y después de un par de horas, más o menos, ella también murió, por mentir al Espíritu Santo. Por lo tanto, actuemos sinceramente con Dios, con Cristo y con el Espíritu Santo, no encendamos fuego extraño en nuestra comunión con El.

Lee Levítico 10:1-5