“Felices los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.”

Evangelio de Mateo 5:8

Un pequeño niño dijo a una maestra de Biblia en su salón de clases: “¿Cómo voy a ver a Dios, si usted me hace cerrar los ojos cuando hablas con él?” Su lógica era perfecta, pero no así los hechos. Jesús dijo: “a Dios nadie lo vio jamás” (Juan 1:18). No podemos ver a Dios con nuestros ojos físicos.

Un niñita hija de un predicador le dijo: “papito, quiero que alguna vez me muestres a Dios.” El padre le dijo que trataría de hacerlo por todos los medios. El discípulo de Jesús, Felipe nos incluyó a todos en su ruego cuando dijo: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta” (Juan 14:8).

En esta bienaventuranza Jesús afirma que la forma por la cual podemos ver a Dios es teniendo un corazón limpio o puro.

¿Quiénes Son Los De Limpio Corazón?

Limpio significa estar libre de adherencias o mixturas de cualquier cosa que contamine o mancha, en el sentido ético de la palabra, “puro” significa estar libre de toda mezcla de falsedad y por consiguiente genuino, sincero. De esto hay ejemplos. “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia y de fe no fingida (I Timoteo 1:5; II Timoteo 2:22)

El corazón es el órgano central del cuerpo físico. En la Biblia es el símbolo de la vida espiritual, del alma, el asiento o fuente de los pensamientos, deseos, apetitos, motivos, etc. En el concepto moderno se considera la mente como el asiento de los pensamientos, pero en el lenguaje espiritual es en el corazón donde descansa el pensamiento y así mismo los sentimientos. El corazón significa la personalidad entera, el hombre interior.

“Limpio de corazón” significa puro o limpio en el recinto de la vida interior. Sincero en los propósitos y motivaciones más íntimos. El que es limpio de corazón ama a Dios de verdad (Salmos 24:3,4; 51:10).                                 

Los de limpio corazón verán a Dios:

(1) En el cielo. Juan 14:13; 1 Juan 3:2; I Corintios 2:9; Apocalipsis 21:3, 22:4

(2) Los que verán a Dios son los que aquí experimentan su presencia.

El ver a Dios cambia radicalmente nuestra vida. Cambia nuestras prioridades. El ver a Dios quita el temor a la muerte y al juicio final. Procuremos tener un corazón limpio.

Lee Apocalipsis 21:3-4, 1 Corintios 2:9-11