“Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!”
Salmo de David 139:13-14
La creación del ser humano para que habitara este planeta no es casualidad, todo fue diseñado por un Creador muy inteligente y sabio, lo formó de la tierra, sopló de su propio aliento y le dio vida física, puso en el su imagen y semejanza, es decir su sello el cual expresa que el hombre es un ser racional, dotado de inteligencia, voluntad y libertad o libre albedrío. Dotado de la capacidad de conocerse y de trascender para entrar en relación con su creador y sus congéneres.
La imagen de Dios es una enseñanza de la Biblia reveladora sobre el origen, la naturaleza y el propósito de la humanidad (Libro de Génesis 1:26-27). La imagen de Dios en el hombre y la mujer se refleja en el estado perfecto sin pecado, sin maldad; lamentablemente el hombre y la mujer desobedecieron y cayeron del estado de perfección con que fueron creados y esa caída trascendió a toda la humanidad.
Cuando el ser humano está siendo formado en el vientre de la madre es perfecto, nace y se desarrolla perfecto hasta que la naturaleza caída se hace evidente y por voluntad propia desobedece cometiendo aberraciones o pecados lo cual es una actitud de desobediencia ante su creador. Como dice el salmista somos una creación admirable y maravillosa y en verdad lo somos. Por lo tanto, nos es pecado compararnos con otros en las cualidades que cada individuo tiene. Es una trampa que el enemigo de Dios nos pone para tratar de que nos quejemos y maldigamos por ser menos inteligentes o menos capacitados o con menos oportunidades para sobre salir. No debemos caer en esa trampa, cada uno de nosotros somos un diseño maravilloso, debemos sacar provecho de las cualidades que recibimos y otras que hemos adquirido por nuestro empeño, dedicación en las áreas que han estado a nuestra disposición.
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